Sobre “La Batalla de Chile”

Había visto algunos fragmentos del documental La Batalla de Chile de Patricio Guzmán durante mi estadía por aquellas tierras, pero fue solamente hace unos días, que por sugerencia de un amigo volví a reencontrarme con esas imágenes. Se me erizaban los pelos, y me entraban ganas incontenibles de llorar, mientras volvía a sumergirme en los rastros visuales de ese proceso que algunos historiadores de izquierda consideran como un conflicto aun insuperado, puesto que la democracia post-golpe ha significado no solo la continuación de las medidas económicas impuestas por la dictadura militar, si no además el encubrimiento y la negación del verdadero trauma que esta implicó1. Nunca indiferente ni pasivo, nunca “perplejo” como ese Chile descrito por Jocellyn-Holt2; como la foto de ese personaje mudo que mira desconcertado por entre las sombras funestas de la dominación fascista. Esa imagen que se repite como símbolo del nuevo estado psico-social del chileno tras el golpe militar del 11 de  setiembre de 1973.

Y si digo que no habito ese estado de perplejidad, es porque se que las palabras apremiantes que se escuchan al final de la tercera parte del film, “ahora o nunca”, no significan la extinción del ansia de libertad que impulsa a los pueblos a sacudirse el yugo de la esclavitud. Y viejas ideas volverán a ser retomadas, porque es una realidad que comprende a aquellos que con su trabajo y su vida son los verdaderos actores de los procesos históricos, y en eso si estoy muy de acuerdo con el compañero Allende…, es una realidad opresiva y violenta, que tarde o temprano el ser humano tendrá que superar; porque en ultimo caso es en la resistencia al poder y a las relaciones de dominación donde se afirma esa compleja verdad que me atrevería a describir como universal.

En Chile, de acuerdo al contexto histórico y a la autenticidad de este proyecto de izquierda, el triunfo de la Unidad Popular abre un debate en torno a los métodos para llevar a cabo una revolución socialista. El gobierno de Salvador Allende  fue una revolución política en general sin precedentes en la historia política de Chile y gran parte del mundo. Pero desato los gérmenes de una autentica revolución social que rebalso los limites de la institucionalidad burguesa que su gobierno decía defender, y comprobó una vez mas la absoluta ineficacia de los mecanismos burocráticos del Estado al ser usados con fines revolucionarios. Ver La Batalla de Chile no puede hacer más evidente lo que acabo de esbozar. No puede hacer más evidente que los líderes revolucionarios que recetaban a Lenin y cantaban canciones, nunca confiaron en la capacidad de los obreros para hacer surgir un nuevo tipo de sociedad. No confiaron en los colectivos de individuos capaces y decididos que querían acelerar las transformaciones, ancladas en trámites burocráticos. Se limitaron a reformar apelando a la legitimidad constitucional que el triunfo electoral les otorgaba, pero nunca tuvieron como objetivo hacer desaparecer el Estado. Vale decir: liberar al pueblo, a los oprimidos. ¿Algo que viene funcionando mal en la mentalidad judeo-cristiana? Como ese General de García Márquez que prefería comer mierda, a vender un gallo de pelea y tener algo para comer.

El caso de la vía chilena al socialismo abre a mi parecer una interesante perspectiva. El socialismo autoritario, el comunismo de partido, la social-democracia o las ideas de sus próceres y sus filósofos, fueron capaces de penetrar en las masas de muchos países del continente Latino Americano así como del el resto del mundo, con diversas aplicaciones y resultados. En Chile, llevo a un enfrentamiento decisivo entre  las elites sociales y los desposeídos. Los trabajadores, apoyados por una gran suma de intelectuales, artistas y otros sectores provenientes de la clase media y la burguesía,  protagonizaron una batalla que estaba inscrita en lo mas profundo de la historia de este pueblo y de todos los pueblos del mundo. Pero fallaron al concretarlo una vez mas, intentando con viejas formulas que otras perspectivas del socialismo habían ya criticado y desechado; y la fábula de Orwell volvió a repetirse con la conquista del poder, y las fuerzas sociales fueron canalizadas una vez mas por los “directores políticos” del proletariado, con todas las contradicciones consecuentes.

Falta de visión de los lideres uno podría decir. Pero no sobre como administrar mejor las relaciones de poder, si no de cómo decapitar al Estado en el momento preciso en que la clase obrera se encontraba organizada en instituciones autónomas. Instituciones que fueron incentivadas por la Unidad Popular, pero que emergieron de una autentica fuerza independiente del Estado, como los comandos comunales o los cordones industriales. En los últimos momentos del Gobierno de la UP, estas organizaciones populares desbordaron con su acción el marco del Estado burgués. Allende lo repite en variadas ocasiones, que esas fuerzas no debían de existir como “paralelas” al gobierno, si no de acuerdo con las políticas y las directrices de ese gobierno. Muchos de los entrevistados en la tercera parte del documental (llamada precisamente “Poder Popular”), ven con preocupación el temor de los dirigentes a la “espontaneidad” del pueblo. El Partido Comunista no apoyaba tampoco la expropiación de tierras porque consideraba que disminuían el carácter legal del Gobierno de Allende, mientras que el MIR adopto una postura bien interesante, y en el documental se  puede escuchar a Miguel Enríquez, secretario general de dicha organización, pidiendo autonomía para estas estructuras de poder popular. Los intereses de clase de los “lideres revolucionarios” entraron en conflicto con los intereses de los trabajadores. Y hay palabras claves que entran en juego, pero que con la luz de estos tiempos tienen otra trascendencia:

Es por eso que no aceptamos la presión, lo hemos dicho con honradez de revolucionarios, estamos contra todas las tomas indiscriminadas de fundos que crean anarquía en la producción (…) la estatización y la requision de empresas deben obedecer a un plan de Gobierno y no a la anarquía y al impulso voluntario de unos cuantos3.

Precisamente una de las ideas claves en la teoría libertaria, es la idea de la autogestión, según la cual los obreros deberían estar en control de toda la gestión económica de su fábrica o empresa, y participar directamente a través de asambleas en la dirección de los asuntos concernientes  a la producción y administración. ¿Es este el impulso que la UP. quiso dar a las industrias del área social? ¿Habría permitido el Gobierno la autonomía de las medianas y pequeñas industrias? Teniendo en cuenta el carácter centralista e impositivo que ha caracterizado históricamente al Estado Chileno, me parece pertinente utilizar un comentario de Daniel Geurin a propósito de la autonomía obrera y el papel del Estado:

En general, la burocracia del Estado totalitario ve con malos ojos el deseo de autonomía de la autogestión. Como ya vislumbró Proudhon, la burocracia totalitaria no puede admitir ningún poder fuera del suyo; le tiene fobia la socialización y añora la nacionalización, vale decir, la gestión directa por parte de los funcionarios del Estado. Aspira a pisotear la autogestión, a reducir sus atribuciones, a absorberla, inclusive4.

El grado de autonomía que el Gobierno de Allende permitió detentar a las fuerzas populares, fue con tal de hacer frente al boicot económico y propagandístico que ataco a su mandato desde el primer día, ya que grandes porciones de la economía y de la vida social chilena permanecieron hasta el final bajo el control de privados y capitalistas. Al ver que el ímpetu popular desbordaba los marcos del legalismo, como queda claro en la batalla de Chile, el Estado jugó el papel contrarrevolucionario que le suele caracterizar; y sin cambiar un ápice su carácter autoritario durante todo ese tiempo, administro luego una  violencia cuyos resultados aun se están viviendo en Chile, así como en todos los otros países que sufrieron procesos similares.

Chile, nos deja una enseñanza, que con la corta extensión de un articulo que pretende tratar tan ambicioso tema, hace poca justicia al doloroso significado de todo lo que aconteció tras el golpe militar; un problema que esta bien resumido en el titulo del documental: La batalla de Chile: la lucha de un pueblo sin armas.  Este conflicto social,  como resultado de una historia de lucha, encontró una verdadera traba para llevar a cabo las transformaciones esenciales que se había propuesto: el pueblo había depositado toda su confianza en la capacidad de sus líderes políticos. El presidente que les decía compañeros y les hablaba de justicia con su oratoria encendida, insistió hasta el último momento en mantener el carácter constitucional y legalista de su mandato presidencial, y hasta dejo a los militares formar parte de este, para lograr alianzas estratégicas con elementos de la reacción como la Democracia Cristiana. Se hacen evidentes en esta obra cinematográfica, los poderosos señalamientos que la teoría libertaria hace del Capitalismo de Estado. Que la planificación estatal esta en completa contradicción con la participación de los obreros en la dirección de la producción. Que la autonomía de las organizaciones populares supone el desequilibrio del aparato legal de gobierno, lo cuestiona y lo pone en jaque. El pueblo organizado, conciente, fue capaz de mantener la producción, de hacer frente al desabastecimiento y al boicot económico de la burguesía aliada al capital extranjero, y estaba listo para defender con las armas su derecho a ser libre…, pero en nombre de la legalidad y el pluralismo, en nombre de la democracia y la libertad, fueron aplazadas sus demandas una vez mas.