Ecología

Para alcanzar una relación sostenible y saludable entre la humanidad y el resto del mundo viviente, debemos crear una sociedad que, basándose en la satisfacción de necesidades como el alimento, el hogar, el agua y la comunidad, reintegre y mantenga el equilibrio entre los deseos y necesidades humanas y los imperativos ecológicos del resto de la biósfera. Reconocemos que la supervivencia y bienestar de la humanidad depende de la salud y bienestar de la Tierra y sus ecosistemas de vida no-humana interconectada. Aceptamos la responsabilidad de la humanidad que haga realidad una revolución socio-ecológica que liberaría tanto la humanidad como la naturaleza del capitalismo y la dominación.

La crisis actual de la perturbación ecológica, la extinción de las especies, y el cambio climático que está remodelando el mundo es una crisis del capitalismo–un sistema que depende de los ciclos constantes de la acumulación, la expansión, y la destrucción, priorizando la ganancia. El capitalismo organiza la Naturaleza, tanto humana como no-humana, hasta trabajar por bajos gastos de dinero y energía. Trata de expandir sus fronteras hacia la cosificación a través de unos procesos entrelazados de la acumulacion del capital, la apropiación creciente de mano de obra, y la apropiación creciente de la naturaleza. El capital moviliza el trabajo de la naturaleza en explotar simultáneamente el labor humana, estructurado entre el trabajo forzado y asalariado, y en emplear las “fuerzas de la naturaleza” hacia la producción para ganancia. La vida tanto humana como no-humana sufre la explotación, dominación, y destrucción que implica esta expansión del capital. El capitalismo mantiene todo esto a través de la imposición de las jerarquías que restringen la libertad humana, violan las necesidades humanas, y disminuyen la biodiversidad enormemente.

Entre los seres humanos, lxs indígenas, la gente de color, las poblaciones proletarias, y las mujeres sufren peores impactos inmediatos debido a la degradación y destrucción ambiental. A lo largo de América del Norte, esta colonización histórica ha provocado una gran destrucción ambiental que continúa hasta la fecha, considerando la deforestación del suroriente de los Estados Unidos para liberar el paso a la agricultura de fincas y la aniquilación de 95% de los bosques milenarios en EUA e incluso de la extracción del uranio, el carbón, el petróleo, y la gasolina en territorios indígenas de EUA y Canadá. En EUA, esta destrucción ecológica se fortalece a través del racismo ambiental, por cual la gente de color y lxs obreros migrantes están desproporcionadamente afectadxs por la contaminación tóxica, y considerando que estas comunidades a menudo han estado segregados históricamente en zonas de Usos de Territorios Locales Indeseados (LULUs, por sus siglas en inglés) establecidas por las políticas estatales que determinan las ‘reglas’ de zonificación, los usos de la tierra, y el ambiente. Estas comunidades se ubican cerca de las plantas de carbón, los vertederos, las instalaciones de tratamiento de las aguas residuales, los depósitos de residuos tóxicos, las refinerías, y otras industrias altamente contaminadoras. La gente de color y los migrantes a menudo trabajan bajo condiciones peligrosas entre estas industrias, y por eso a diario están expuestxs a éstos materiales peligrosos. Empezando con el envenenamiento de plomo y la contaminación carcinogénica del agua en Flint, Michigan (2014), las toxinas de las refinerías petroleras empeoradas por el Huracán Harvey (2017), la desastre de contaminación respiratoria debido a la refinería de Chevron en Richmond, California (1989, 1999, 2012), la contaminación de agua debido al Huracán Katrina (2005) y el derrame petrolero del Deepwater Horizon plataforma de BP en el Golfo de México (2010), las comunidades de color ubicadas en estas zonas altamente industrializadas carecen de los medios que se necesita de limpieza para regenerar la salud pública y los daños ambientales. Además, el cambio climático que se acelera ha tenido impacto en estas comunidades raciales, quienes son las primeras y peores afectadas, también ha contribuido a la condición pésima de lxs obrerxs migrantes, varixs de cuales son “refugiados” climaticos que se huyen de los desastres ecologicos. Respaldamos las luchas por la justicia ambiental y climática dentro de estas comunidades, que incluyen, entre otras, la necesidad de que las políticas ecológicas urbanas y rurales se adapten y mitiguen el cambio climático, la limpieza y reconstrucción de nuestras ciudades y áreas rurales en equilibrio con la naturaleza, honrando la integridad cultural de la sociedad humana, y la provisión de acceso justo para todxs a la totalidad de los recursos materiales y científicos.

Considerando las grandes desigualdades del maldesarrollo capitalista, reconocemos que las sociedades centrales-industriales tienen la culpa por crímenes ecológicos y sociales en contra de los pueblos del Sur Global, tanto históricamente como actualmente, debido a las relaciones neocolonialistas y de extracción ecológica que siguen. Se ve la severidad de la opresion y explotacion capitalista en el despojo de los recursos del Sur Global por las economías ricas del Norte Global, por ejemplo en la Delta del Río Niger, desolada por la extracción petrolera, los bosques tropicales de Amazonia y Indonesia, que se han deforestado para liberar el paso al ganado y al cultivo industrial de la soya y los agrocombustibles; y los puertos de los países sureños—como en los embarcaderos de Chittagong, Bangladesh, donde se destruyen los barcos—a través de cual fluye una cuantidad vasta de residuos electrónicos, químicos, y radiológicos. Tal devastación ilimitada hace eco a la práctica histórica capitalista de emplear esclavxs africanxs en Brasil y el Caribe para despejar los bosques tropicales a favor del cultivo de caña de azúcar, y en paralelo la tala indiscriminada de los bosques tropicales de Veracruz tras la imposición del capitalismo industrial durante la última tercera parte del siglo XIX.

También notamos que los impactos del cambio climático se han vuelto cada vez más agudos, provocando una mayor alteración del clima y un aumento en los casos de condiciones meteorológicas extremas. Como vemos con las crisis alimentarias en Somalia, Yemen, Nigeria y Sudán del Sur, así como los recientes eventos de inundaciones masivas en Asia del Sur y África occidental, estos cambios han provocado hambrunas, empeorado las enfermedades, obligado a grandes poblaciones a migrar, y han afectado gravemente las condiciones de salud pública. Solo se espera que esto empeore en el marco de “lo mismo de siempre.” Si bien las fuerzas revolucionarias pueden responder al aumento de la inestabilidad social y política y la desigualdad que sigue planteando preguntas profundas y estableciendo conexiones entre cuestiones sociales y ecológicas, se puede esperar que las fuerzas capitalistas continúen transmitiendo la miseria y los costos de la crisis ecológica a lxs más marginadxs, incluidos lxs oprimidxs de hoy y las generaciones que vienen.

Ya que el desarrollo capitalista se ha extendido por el mundo entero, los efectos ecológicos del capitalismo han precipitado hoy múltiples crisis ambientales que son vistas por la comunidad científica como crisis masivas que amenazan potencialmente el futuro de la supervivencia humana a largo plazo, así como la supervivencia de la gran parte de la vida biológica tal como la conocemos. Esta realidad vuelve aún más relevante la solidaridad global que buscamos fomentar y desarrollar entre las clases trabajadoras, campesinas y populares.

Reconocemos que la transformación social es esencial para crear un equilibrio ecológico. Para garantizar que esta transformación alimente la biodiversidad y la sostenibilidad, apoyamos la autonomía del mundo humano y no humano, incluyendo la de otras especies, implicando su liberación de la explotación laboral y la extracción de recursos mercantilizados. Esta necesidad de transformación social se opone a las ideologías basadas únicamente en cambios de estilo de vida orientados al voluntariado, como reciclar, boicots del consumidor, y transportarse más en bicicleta; ideologías que idealizan las sociedades preindustriales; o enfoques pseudo-ecosocialistas como los adoptados por los gobiernos de la “Marea Rosa” de América del Sur como cobertura para el extractivismo que han acelerado mucho, desde la mega-presa de Belo Monte hasta el Parque Nacional Yasuní. Además, expresamos nuestro rechazo a la industria global no gubernamental que ha surgido para proporcionar soluciones falsas para la mitigación y la adaptación a las crisis climáticas y ambientales, así como a la reticencia de la comunidad científica a comunicar claramente la urgencia del momento, aunque reconocemos una minoría militante cada vez más expresiva de científicos preocupados.