Revolución activa: organización, formación de bases y doble poder

Clenched first in front of a flyer for a Solidarity Network

English version of this document / Versión ingles de este documento

Mientras que podría decirse que la izquierda radical/anticapitalista más amplia tiene pocos principios universales de acuerdo estratégico, la afirmación de que “una izquierda fuerte es aquella que está arraigada en la clase trabajadora y las comunidades oprimidas, así como en sus luchas” es fácilmente una de ellas. La pregunta con la que se enfrentan todas las tendencias y formaciones es cómo entendemos este proceso y cuáles son los métodos para pasar de ser actores aislados e impotentes a una izquierda con profundas raíces dentro de los potentes movimientos sociales de la clase obrera.

Un debate bienvenido en esta línea es el de los socialistas de Filadelfia y la conferencia de “Marxist Center” (Centro Marxista), además de una antología compilada recientemente acerca de los conceptos “formación de bases” y “doble poder” titulada “It’s All About that Base” (Se trata de la base). Si no estás familiarizado con estos conceptos, recomendamos leerla.

Con este artículo queríamos destacar una serie de escritos con temas similares procedentes del entorno anarquista estadounidense contemporáneo y que se remontan a más de 20 años, hasta finales de la década de 1990. Es probable que la entrada del concepto de doble poder en la lengua vernácula del anarquismo estadounidense se produjera por primera vez con la Federación Anarquista Revolucionaria Love & Rage en numerosos escritos, y que en su borrador de declaración política señalara que “la creación de un estado general de doble poder es un requisito necesario para el éxito de una revolución”.

El artículo reimpreso a continuación, “Active Revolution” (revolución activa) de James Mumm, publicado en The Northeastern Anarchist (Número 4, Primavera/Verano de 2002) y distribuido en otras formas a finales de la década de 1990, ofrece un tratamiento exhaustivo sobre la diferencia entre activismo y organización, doble poder, creación de movimientos y poder colectivo. Aunque hoy en día no estemos de acuerdo con todos los detalles y estas discusiones hayan avanzado y evolucionado con el tiempo, esta pieza es un punto de referencia importante para aquellos que se encuentran activos en el anarquismo estadounidense desde la década de 2000. (También deseamos destacar la “Nota del editor” de The Northeastern Anarchist al final, ya que demuestra un desacuerdo con la posición de la obra sobre la organización política).

Otros puntos de referencia desde la publicación de esta pieza son los del difunto Joel Olson con Bring the Ruckus en su obra de 2009 “Between infoshops and insurrection: U.S. anarchism, movement building, and the racial order” (Entre infoshops e insurrección: anarquismo estadounidense, creación de movimientos y el orden racial). Algunos artículos influyentes incluyen “Back to the Roots: Anarchists as Revolutionary Organizers” (Volver a las raíces: anarquistas como organizadores revolucionarios) por Ian Martin de alrededor del año 2005, que destacó la necesidad de “construir relaciones”, “organizar las relaciones de forma estructurada” y “desarrollar liderazgo y empoderar a las personas” hacia la meta del doble poder. Este y otros artículos similares se incluyen en “An Anarchist Reader for Effective Organising” (Una antología anarquista para la organización eficaz) publicado por Zabalaza Books en Sudáfrica.

Un hito importante, especialmente para quienes somos miembros de Black Rose/Rosa Negra, es la influencia de la corriente anarquista sudamericana conocida como “especifismo”, que introdujo un nuevo vocabulario en torno a los movimientos, conceptos como “inserción social” y más tarde el concepto de “poder popular”.

De “Especifismo: The Anarchist Praxis of Building Popular Movements and Revolutionary Organization” (Especifismo: la práctica anarquista de construir movimientos populares y una organización revolucionaria) publicado en The Northeastern Anarchist (Número 11, 2007):

“La inserción social significa la participación anarquista en las luchas cotidianas de las clases oprimidas y trabajadoras. No significa actuar dentro de campañas de defensa de un solo tema basadas en la participación de activistas políticos tradicionales esperados, sino más bien dentro de movimientos de personas que luchan por mejorar su propia condición, que se unen no siempre por necesidades exclusivamente materiales, sino también por las necesidades arraigadas social e históricamente de resistir los ataques del estado y el capitalismo”.

Existen documentos posteriores como “Anarchism and Social Organization” (Anarquismo y organización social), un documento organizativo y programático de la Federação Anarquista do Rio de Janeiro (FARJ) publicado en 2008, que proporcionan discusiones más detalladas. Traducido al inglés en 2012 (recomendamos leer la nota introductoria de la edición en inglés), el documento detalla su perspectiva sobre la construcción de movimientos populares y cómo éstos se relacionan con la organización política. En resumen, creemos que artículos como “Active Revolution” (Revolución activa) y los otros escritos mencionados aquí pueden ser puntos de referencia útiles en las discusiones actuales sobre estos conceptos.

– Introducción por Adam Weaver

REVOLUCIÓN ACTIVA

Por James Mumm

Parte I: doble poder de base y anarquista

Definición de doble poder

El término “doble poder” se ha utilizado de varias formas desde que se acuñó por primera vez. La siguiente definición se basa en los significados anteriores de doble poder, sobre todo al articular la relación igualitaria y necesaria entre contrapoder y contrainstituciones. En la definición original, el doble poder se refería a la creación de un poder alternativo y liberador que existiera junto al poder estatal/capitalista y que eventualmente lo superara.

El doble poder teoriza una relación distinta y opuesta entre las fuerzas del estado/capitalismo y las fuerzas revolucionarias de los oprimidos. Las dos nunca podrán reconciliarse pacíficamente.

Con la teoría del doble poder hay una estrategia doble de resistencia pública a la opresión (contrapoder) y construcción de alternativas cooperativas (contrainstituciones). La resistencia pública a la opresión abarca todos los movimientos de acción directa y protesta que luchan contra el autoritarismo, el capitalismo, el racismo, el sexismo, la homofobia y otras opresiones institucionalizadas. La construcción de alternativas cooperativas recrea las relaciones sociales y económicas de la sociedad para reemplazar las estructuras competitivas por las cooperativas.

Es fundamental que estos dos modos generales de acción no se aíslen dentro de un movimiento determinado. Las organizaciones de contrapoder y contrainstitucionales deben estar relacionadas entre sí. El valor de reconectar las organizaciones contrainstitucionales con las organizaciones de contrapoder explícitamente opositoras es una salvaguardia contra la tendencia de las primeras a volverse menos radicales con el tiempo. A medida que las organizaciones de contrapoder se reconectan a sus cimientos, basan su análisis político en la experiencia concreta de las contrainstituciones, lo que mitiga la potencial “distancia” política entre su retórica y la conciencia de sus familias, compañeros de trabajo y vecinos.

El doble poder no implica un doble conjunto de principios y, por lo tanto, tampoco dos procesos, uno para la resistencia pública y otro para la construcción de alternativas cooperativas. El proceso utilizado para ambas direcciones estratégicas tiene el mismo conjunto de principios en su raíz. Los principios anarquistas de democracia directa, cooperación y ayuda mutua tienen implicaciones prácticas que informan a las estrategias de doble poder para la revolución.

La democracia directa significa que las personas aceptan el derecho y la responsabilidad de participar en las decisiones que afectan a sus vidas.

La cooperación significa que nuestra estructura social y económica es igualitaria, que cooperamos en lugar de competir para satisfacer nuestras necesidades y deseos.

La ayuda mutua significa que compartimos nuestros recursos entre individuos y grupos en pos de la satisfacción de necesidades y deseos universales.

Estos principios nos otorgan la base para crear relaciones inclusivas y antiautoritarias mientras trabajamos en organizaciones de base. Independientemente de la dirección estratégica que se persigue dentro del doble poder, seguiremos el mismo proceso: construir relaciones, organizar estas relaciones en grupos y mover a estos grupos hacia la acción colectiva.

Nos organizamos para construir poder con otros, poder que nos brinda la oportunidad de participar en las decisiones que afectan nuestras vidas. Es en la construcción y el uso consciente de este poder donde encontramos la verdadera democracia.

Parte II: definición de un proceso para un cambio social revolucionario

La liberación es la lucha por estar plenamente presente, por tener la capacidad de actuar, así como de volverse poderoso, relevante y, por lo tanto, histórico. La liberación a través de la acción es una de las maneras en que la gente experimenta esta transformación en la que se materializa a sí misma. Por supuesto, la liberación también puede tener lugar a través de otros medios, entre los que destacan la educación popular, el trabajo cultural y las actividades basadas en la identidad.

Sin embargo, en nuestra compleja y opresiva sociedad, una estrategia holística para la liberación debe ser multifacética y estar orientada hacia una medida de acción.

Una vez que superamos este acuerdo general sobre la centralidad de la acción para la liberación, comienza el debate sobre los detalles de dicha acción. Existe una clara distinción entre las tres formas de acción más comunes en Estados Unidos: activismo, defensa y organización. Su eficacia como estrategias para el cambio está en el centro de este ensayo. Primero, hagamos un resumen de cada estrategia.

Activismo: un activista es una persona responsable de un problema definido y que ayuda a abordar ese problema mediante la movilización de una base de personas para que emprendan una acción colectiva. Los activistas son responsables ante sí mismos como actores morales en un tema específico. Las estructuras democráticas son una consecuencia utilitaria de las actividades diseñadas para ganar en el problema definido (mi definición).

Defensa: un defensor es una persona responsable de un problema definido y que ayuda a abordar ese problema a través de la acción colectiva que utiliza los instrumentos de la democracia para establecer e implementar leyes y políticas que crean una sociedad justa y equitativa (Instituto de defensa).

Organización: un organizador es una persona responsable ante una circunscripción definida y que ayuda a construir esa circunscripción a través del desarrollo de liderazgo, la acción colectiva y el desarrollo de estructuras democráticas (Alianza Nacional de Organizadores).

Para aclarar, el poder es simplemente la capacidad de actuar y puede ser usado sobre otros o con ellos. Como anarquistas, el poder con otros forma el núcleo de nuestro sistema de creencias. En cada una de las estrategias anteriores, el poder se gana a través de la acción colectiva, es decir, la forma en que cada uno utiliza ese poder comienza a delucidar diferencias considerables. Las estructuras democráticas creadas para enfocar ese poder también revelan estas diferencias.

Las relaciones forman la base de toda acción colectiva. La intencionalidad de esas relaciones determina si su compromiso principal es con su circunscripción o con el problema en torno al cual se construye una circunscripción.

Las personas participan en la acción colectiva porque tienen un interés propio para hacerlo. El interés propio es un término medio entre el egoísmo y el sacrificio propio, determinado de manera más práctica por las actividades en las que las personas gastan su tiempo, energía y dinero. El interés propio es la actividad del individuo en relación con los demás. Está en el interés propio de la gente participar en el cambio social porque tales actividades resuenan con una necesidad o deseo dentro de sí mismos. Por lo tanto, las personas eligen problemas u organizaciones porque algo en ellos se relaciona con su interés propio.

Además de un compromiso compartido con la acción colectiva, el poder, las relaciones y el interés propio son elementos fundamentales que las tres estrategias de acción tienen en común. Las diferencias surgen en el uso del poder, el grado de intencionalidad en la construcción de relaciones y el énfasis en el problema o la organización como punto de conexión entre las personas.

1. Uso del poder

Los activistas y defensores usan el poder principalmente para obtener victorias en los problemas. Dado que el poder se deriva actualmente de dos fuentes –personas y dinero– los activistas y defensores tratan de movilizar una cantidad de cada una para influir en el cambio. La mayoría de las veces esto significa movilizar a mucha gente y un poco de dinero. Estas dos estrategias difieren en que la defensa se trata explícitamente acerca de alterar las relaciones de poder en las instituciones establecidas de la sociedad, mientras que el activismo no necesariamente pone su fe en la perfectibilidad de las instituciones democráticas estadounidenses.

Los defensores cometen un grave error al no diferenciar el poder sobre otros del poder con otros. Intentan negociar un cambio en las relaciones de poder entre opresores y oprimidos, sin entender que estas dos concepciones de poder no pueden ser reconciliadas pacíficamente. Los defensores terminan negociando para compartir el poder sobre otros, y al hacerlo, se transforman como consecuencia.

Ya no están construyendo poder con otros, sino poder para otros, lo que es sólo un tono más claro de poder sobre otros. La lucha entre estos dos tipos de poder es un juego de suma cero: uno gana y el otro pierde. Sólo el poder con otros es ilimitado; el poder sobre otros siempre implica una cantidad finita de poder.

El poder del activismo se deriva, en primer lugar, de su capacidad de influir en el cambio en los problemas y, en segundo lugar, de la potencial fuerza de cambio encarnada en personas organizadas. La organización utiliza el poder de manera diferente, primero construyendo una organización. Para los organizadores, los problemas son un medio para lograr un fin (el desarrollo de la capacidad de las personas para influir en el cambio). El uso de los organizadores del poder con otros para alterar las relaciones de poder sobre otros inherentes al gobierno o a las corporaciones capitalistas fuerza a tales grupos autoritarios a caer en una contradicción debilitante. La apertura de tales contradicciones crea espacio para el cambio. Las instituciones autoritarias pueden reaccionar con violencia para preservar el poder sobre otros, o estas contradicciones pueden resultar en un verdadero cambio social. La liberación y la revolución tienen lugar a medida que las relaciones cambian de autoritarias a igualitarias.

Con demasiada frecuencia, los organizadores y sus organizaciones son presa de la misma transformación negativa que los defensores: durante las negociaciones para alterar las relaciones de poder, comienzan a construir poder para otros en lugar de poder con otros. El gobierno autoritario y el sistema capitalista son terriblemente seductores. Prometen lograr cambios gradualmente, y luego arrullan lentamente a los organizadores, defensores y activistas para que duerman en un sueño reformista. Sin embargo, la fuerza de la organización radica en la construcción deliberada de una circunscripción que se responsabiliza públicamente a sí misma, a su organización y a sus organizadores. Un compromiso con las relaciones más que con los problemas es clave para la rendición pública de cuentas y para garantizar una dedicación duradera a la construcción de poder con otros.

2. Construcción de relaciones

Toda acción tiene el potencial de ser liberadora. Sin embargo, es el grado de intencionalidad puesto en la construcción de relaciones lo que determina la calidad del aprendizaje que se lleva a cabo. Los organizadores diferencian entre relaciones públicas y privadas. Las relaciones públicas son aquellas en las que existe un acuerdo entre las personas para actuar y reflexionar juntos en el proceso de cambio social. Los organizadores cultivan relaciones públicas deliberadas y reúnen a las personas en situaciones que fomentan la construcción de relaciones entre quienes participan en la acción. La reflexión intencional sobre la acción es clave para maximizar el aprendizaje. En la organización, la gente reconoce a las relaciones –no los problemas– como la base de sus organizaciones.

El activismo y la defensa utilizan las relaciones como un medio para lograr un fin: la victoria sobre un problema. Las relaciones son un fin en sí mismas para los organizadores. Este elemento del debate se centra en la cuestión de la circunscripción. La circunscripción del activismo son otros activistas y potenciales activistas, motivados a través de sus compromisos morales individuales con un problema dado. Los defensores no tienen circunscripción primaria. La circunscripción de un organizador es el universo de personas que son miembros potenciales de una organización determinada con un área geográfica definida o una base no geográfica (por afinidad o identidad).

3. Problema vs. organización

Las relaciones se construyen entre las personas; sólo a través de la abstracción podemos decir que las personas tienen relaciones con instituciones o problemas. Hay una contradicción inherente en los intentos del activismo de movilizar a la gente en torno a un problema, dado que los problemas son conceptuales mientras que la gente existe realmente. Las personas no están en relación con los problemas, sólo pueden estar en relación con otras personas.

Las organizaciones proporcionan el contexto para las relaciones públicas. Como anarquistas, construimos organizaciones basadas en el modelo no jerárquico de “poder con otros”. Creemos en la organización. Cuánto y en qué forma son los puntos discutibles. Pero, como anarquistas, sabemos que la organización es necesaria como vehículo para la acción colectiva.

Las relaciones dinámicas múltiples (organizaciones) son el producto del trabajo de un organizador. Para los activistas, las organizaciones son una consecuencia utilitaria de su trabajo sobre un problema determinado. Y para los defensores son una herramienta utilitaria utilizada para negociar por poder. Los organizadores confían en la capacidad de las personas para definir sus propios problemas, una fe que se basa en el conocimiento de que maximizar la cantidad y la calidad de las relaciones produce organizaciones dinámicas y, por lo tanto, un cambio dinámico. Los defensores sintetizan problemas a partir de un diálogo entre las personas y las instituciones dominantes, y luchan por cambios prácticos al “sistema”. Los activistas se involucran en un análisis continuo de los problemas, produciendo agendas claras y convincentes para el cambio social, y luego reúnen a la gente en torno a esas agendas.

El problema de la “distancia” está presente principalmente tanto en el activismo como en la defensa. Las personas que pasan mucho tiempo desarrollando un problema tienen la tendencia a crear un análisis que es significativamente diferente al de la mayoría de las demás personas. A medida que aumenta la distancia entre la profundidad del entendimiento entre un activista o defensor y la de otras personas, encontramos una creciente polarización. Esta distancia puede crear un círculo vicioso de aislamiento.

4. Cambio social revolucionario

Quizás la mayor diferencia entre estas tres estrategias de acción está en su capacidad de crear un cambio revolucionario a lo largo del tiempo. En el análisis final, el compromiso primario con un problema está en contradicción con el compromiso primario con el poder con otros. La fe de los anarquistas radica en la capacidad del pueblo para gobernarse a sí mismo, en mantener el poder con otros. Esta fe implica un nivel asombroso de confianza en los demás y un compromiso monumental a nivel personal para participar públicamente en el cambio social. El activismo y la defensa no tienen tanta confianza en los demás – su fe está en su análisis de un problema y en su compromiso moral con el mismo. Al poner su fe en un problema, están quitando su fe en la gente. Las relaciones no son la base de su acción y, por lo tanto, no se puede decir que tengan un compromiso primario con el poder con otros. De las tres estrategias de acción, sólo la organización tiene un compromiso primario con la gente –con el poder con otros– y con el anarquismo.

La concepción anarquista moderna del doble poder nos anima a construir instituciones liberadoras mientras luchamos contra la opresión del sistema dominante. El activismo y la organización existen en ambos ámbitos, mientras que la defensa sólo existe en este último.

Hay espacio para construir y practicar un nuevo proceso de organización revolucionario que sea relevante para nuestro contexto histórico actual. Algunos aspectos de un programa tan revolucionario ciertamente incorporarían el servicio social radical, el desarrollo económico contrainstitucional, el contrapoder y las dimensiones educativas y culturales. Para maximizar nuestra eficacia, es importante definir claramente nuestra estrategia de acción en toda la gama de actividades y organizaciones posibles.

Como enfoque modelo, la organización ofrece un punto de partida para un proceso estratégico de cambio social. La defensa, como estrategia contradictoria y liberal, puede ser necesaria para evitar que el sistema se degenere a un ritmo más rápido, pero es insuficiente para los anarquistas interesados en el cambio revolucionario. El activismo tiene fallas por su insistencia en elevar los problemas por sobre las relaciones y su tendencia a utilizar la organización y las personas como medios para alcanzar un fin.

La organización comienza cuando nos comprometemos a desarrollar tanto nuestra capacidad como la de las personas con las que trabajamos para influir en el cambio. La intensidad de la acción consciente y la reflexión es el motor que impulsa a los organizadores a construir relaciones, construir organizaciones dinámicas y llevar esas relaciones a la acción colectiva. Como anarquistas debemos aprender la teoría y la práctica de la organización si realmente estamos comprometidos con el cambio revolucionario.

5. Teoría de la organización/habilidades organizativas

Un marco holístico de organización efectiva (a través de organizaciones comunitarias, laborales o temáticas) debe incluir alguna concepción de las relaciones, interés propio, poder y organización. Una vez más, las relaciones son el medio con el que nos comunicamos y regulamos nuestra existencia social. Las relaciones son siempre políticas, y como tales son el pilar de todas las concepciones de poder. El interés propio es el yo en la relación con los demás, y significa nuestros vínculos políticos y nuestras prioridades individuales sobre cómo gastamos nuestro tiempo, energía y dinero. El poder es simplemente la capacidad de actuar, y se puede utilizar como poder con otros o como poder sobre otros. Las organizaciones son construcciones sociales con las que se ejerce el poder.

Las habilidades de organización efectiva están todas orientadas a construir relaciones, organizar esas relaciones en grupos y mover esos grupos a la acción colectiva. Las reuniones individuales son conversaciones estructuradas que permiten a cada persona compartir sus experiencias para identificar sus propios intereses individuales y mutuos. Estas reuniones pueden ser programadas, o se pueden llevar a cabo de puerta a puerta, de casa a casa, o por teléfono. Una red de relaciones individuales puede aumentar exponencialmente si se pide a las personas que celebren “reuniones a domicilio” en las que inviten a sus propias redes (familiares, amigos, vecinos o compañeros de trabajo). A través de este proceso podemos identificar a personas que son líderes potenciales: personas con sentido del humor, una visión de un mundo mejor, la voluntad de trabajar con otros y el deseo de aprender y crecer en el contexto de la acción. A medida que se construyen relaciones entre los líderes, se forman organizaciones que pueden pasar a la acción con respecto a problemas definidos colectivamente.

Este es el punto crítico, independientemente del problema en el que las personas decidan trabajar. Y no debemos dirigir a la gente en una dirección que nos parezca mejor o más radical. Organizarse no se trata de identificar un problema y luego reunir o movilizar a la gente en torno a él. Organizarse es construir organizaciones que puedan ejercer el poder colectivo. La acción puede comenzar como una reforma del sistema existente, y eso está bien. No podemos esperar que la gente adopte una acción radical si aún no se ha dado por vencida con el “sistema”. Nuestro trabajo consiste en fomentar la acción de muchas formas, y reflexionar sobre esa acción para aprender de ella. Debemos confiar en que tal acción y la reflexión radicalizarán a la gente con el tiempo.

Finalmente, ¿cómo organizamos a quienes no son anarquistas, o más seriamente, a personas de clases, razas y culturas distintas a las nuestras? ¿O acaso lo hacemos? Debemos comenzar por ubicarnos en la compleja matriz de la opresión. ¿Cuál es tu identidad, de qué manera experimentas la opresión? De esta manera podemos identificar las redes sociales en las que tenemos relaciones, o por nuestra identidad podemos fácilmente formar relaciones.

Entonces debemos preguntarnos: ¿dónde queremos tener un impacto? ¿En qué comunidades podemos identificar una circunscripción para nuestros esfuerzos de organización? ¿Tenemos una identidad común con estas comunidades identificadas? De lo contrario, ¿por qué los consideramos una posible circunscripción?

Es muy importante identificar la circunscripción en la que queremos tener un impacto antes de identificar los problemas en los que vamos a trabajar. Hacer lo contrario nos hace retroceder e inicia un proceso autoritario en el que estamos dictando problemas a una circunscripción.

Volviendo a la pregunta: ¿está mal que un organizador defina una circunscripción que no es parte de su historia o identidad? ¿Debemos concentrarnos en organizarnos dentro de nuestras propias comunidades? No puedo responder a estas preguntas por ustedes, simplemente no tengo las respuestas. Pero sí sé que son cruciales y que se deben resolver antes de poder comenzar un proyecto de organización o de educación popular.

6. Participación activa de los anarquistas en organizaciones comunitarias, educativas, laborales y centradas en problemas

No es una concesión al liberalismo, ni un descenso al reformismo, que los revolucionarios participen activamente en organizaciones que no son explícitamente radicales. Tampoco somos su vanguardia. La única manera realista de construir un movimiento masivo es trabajar directamente con los oprimidos: en esencia, nos transformamos a medida que transformamos a los demás.

Nos unimos a las organizaciones existentes para desarrollar nuestras habilidades en el ámbito de la acción política. A través de la inmersión en las luchas de base desarrollamos una comprensión del proceso de radicalización – comenzando por donde están las personas, usando el diálogo y la investigación para construir nuestro análisis colectivo, entrando en acción, y reflexionando sobre esa acción en un proceso circular en curso.

Hay algunas verdades aprendidas duramente en estas ideas. En primer lugar, nuestra visión de un mundo mejor es incompleta e impotente sin la participación de la gente de base en su construcción.

En segundo lugar, las ideas no se pueden imponer sin comprometer los principios anarquistas, por más radicales que se crean y por más atrasadas que se consideren las creencias de los demás. Entonces, ¿cómo avanzamos?

La participación en las organizaciones existentes nos permite adquirir experiencia en la acción política. Entonces podemos usar esta experiencia para crear nuevas organizaciones que se basan más estrechamente en principios anarquistas, pero que todavía están dedicadas a una fundación de base. No obstante, no se debe asumir que se está listo para iniciar una organización de base sin tener una idea clara de cómo construir y mantener dicho grupo. Por eso les insto a que aprendan de los muchos modelos de organización y educación que están operando actualmente en el mundo antes de que se pongan manos a la obra por su cuenta.

Parte III: direcciones concretas para el doble poder

1. Formas actuales de organización anarquista

Los anarquistas han utilizado una amplia gama de formas de organización y estrategias de acción en los últimos ciento cincuenta años.

Colectivos: Las organizaciones de cuadros (o colectivos cerrados) y los colectivos abiertos se relacionan estrechamente con una estrategia activista. Los infoshops, por ejemplo, funcionan como colectivos abiertos. Tal como los grupos activistas, tienden a unirse en torno a un problema, en este caso el propio anarquismo. La mayoría de los infoshops de los años 90 que intentaron superar las limitaciones del activismo se vieron obstaculizados por barreras teóricas y prácticas. Los intentos de Beehive (Washington, DC), Emma Center (Minneapolis, MN) y A-Zone (Chicago, IL) de organizarse contra la gentrificación han sido intermitentes y raramente efectivos. Los problemas y el análisis se deben desarrollar en conjunto con las personas afectadas por esos problemas, o la separación entre las personas y el análisis lleva a la distancia vanguardista. No se puede ser un aliado sin elegir primero el método de alianza: ¿cuál es su relación con las personas afectadas por un problema y cómo contribuirá su forma organizativa a un trabajo eficaz para ese problema? Estas son preguntas centrales para los anarquistas que operan a nivel local y que están interesados en la lucha de base.

Cooperativas de trabajadores y consumidores: las cooperativas de trabajadores son una categoría especial de colectivos cerrados, así como las cooperativas de consumo son de colectivos abiertos. Como organizaciones basadas en necesidades, combinan elementos de estrategias activistas y organizativas. Es fundamental que las cooperativas de base se comprometan con el modelo de acción participativo de la organización, pero también es vital que se les conceda el espacio para probar nuevas ideas. Con una cuidadosa atención a la problemática de la distancia, las cooperativas son un medio eficaz de organización.

Organizaciones basadas en masas: las organizaciones basadas en masas, como la IWW, tienen el potencial de ser elementos influyentes de un movimiento revolucionario popular. No hay manera eficaz de construir una organización basada en masas si no es a través de la organización. Una lectura superficial de la historia muestra que las organizaciones basadas en masas crecen a medida que surgen movimientos en respuesta a la injusticia, y luego se desvanecen cuando se alcanza la justicia. Esta concepción de la historia ignora los innumerables años de trabajo que hay en cada movimiento “espontáneo”. España tuvo un movimiento anarquista revolucionario en 1936 debido a la increíble organización que comenzó en ese país en la década de 1860.

Organizaciones intermediarias: las organizaciones que fomentan directamente la creación y el desarrollo de las formas de organización mencionadas anteriormente son complementos necesarios para una concepción holística de la organización revolucionaria. En un modelo anarquista, las organizaciones intermediarias son más eficaces en la forma de una confederación. Los intermediarios pueden proporcionar:

Diálogo y acción: como formación política, las organizaciones contrainstitucionales y de contrapoder se unirían para embarcarse en una praxis revolucionaria (acción y reflexión).

Capacitación: sobre los aspectos básicos de la organización, facilitación, análisis de problemas, técnicas de acción directa, además del desarrollo organizativo, de problemas y de adhesión, etc.

Asistencia técnica: investigación participativa sobre problemas, acceso a tecnología, conocimiento técnico sobre el “cómo hacer” de las cosas, como formar cooperativas económicas o habitacionales (dónde conseguir dinero, cómo empezar, etc.).

Asistencia financiera: recaudación de fondos de base, redacción de subvenciones y la investigación e implementación de fondos de recursos.

El punto es que los anarquistas deben pensar estratégicamente sobre sus formas de organización y las estrategias de acción dentro de un contexto histórico particular. Debemos tomar decisiones conscientes e informadas sobre las perspectivas de un cambio social revolucionario eficaz, que se vean reforzadas o limitadas por nuestras opciones de organización y acción.

2. Llegar a ser más radical y más comunitario

Más de quince años de reuniones, conferencias y eventos anarquistas modernos no han conducido a un movimiento anarquista cohesivo a nivel continental, regional o local. Esto es significativo porque otros grupos de personas, reunidos de manera similar sobre la base de la afinidad política o de problemas comunes, han desarrollado un mayor grado de organización de movimientos. ¿Por qué? Primero, los anarquistas han tendido a formar organizaciones que no están integradas con una estructura de base y, segundo, los anarquistas no han construido organizaciones intermediarias eficaces.

La falta de una estructura de base es el resultado de una concepción antimasiva de la organización entre los anarquistas. Para favorecer a los colectivos, los anarquistas han construido grupos insulares que simplemente no son relevantes para la vida de sus familias, vecinos y compañeros de trabajo. Si bien la organización colectiva es útil bajo ciertas condiciones, no conduce a la construcción de un movimiento, el que implica un nivel mucho más alto de participación de las masas. Aprender teorías y habilidades de organización y educación popular es la respuesta para los anarquistas interesados en construir un movimiento amplio y diverso.

Además, los anarquistas estadounidenses no han desarrollado organizaciones intermediarias para conectar entre sí a grupos radicales organizados localmente, y posteriormente a redes regionales/nacionales/continentales. Los anarquistas parecen empeñados en seguir siendo una colectividad de personas individuales y sus grupos individuales debido a su renuencia a rendir cuentas a una circunscripción más amplia a través de la participación en el proceso de organización estratégica y educación popular. La simple discusión de una red (local o continental), presumiblemente para la comunicación y la ayuda mutua, tampoco ha despegado a pesar de los numerosos intentos. Y en el caso de la Federación Anarquista Revolucionaria Love and Rage, funcionó durante casi una década, pero a costa de perder las organizaciones locales. Esto no tiene que ser así.

Tenemos que desarrollar nuestros propios recursos masivos –sociales y económicos– si queremos hacer cambios igualmente masivos en la sociedad. Nuestras formas de organización deben infectar y transformar la sociedad lejos de la competencia, el capitalismo y la opresión.

El desafío es comenzar a organizar y educar a la comunidad de manera amplia para crear organizaciones tanto de contrapoder como contrainstitucionales, y construir confederaciones intermediarias que las conecten. Debemos dejar de intentar construir un movimiento de anarquistas y en su lugar luchar por un movimiento anarquista.

* * * * *

Nota del editor

Aunque acogemos con agrado las ideas y el análisis del autor sobre el doble poder y la organización de base, rechazamos su conclusión final que afirma que los anarquistas deben “dejar de intentar construir un movimiento de anarquistas y en su lugar luchar por un movimiento anarquista”. Los que pertenecemos a NEFAC sostenemos que ambos son igualmente necesarios.

No creemos que una estrategia activista basada únicamente en métodos anarquistas de organización (autoorganización, ayuda mutua, solidaridad y acción directa) nos lleve inevitablemente a un acercamiento al anarquismo. Esta estrategia, por sí sola, sólo sirve para proporcionar un barniz radical y legitimidad igualitaria a las tendencias de activismo liberal-reformista o autoritario.

Una revolución exitosa requerirá que las ideas anarquistas se conviertan en las ideas centrales dentro de los movimientos sociales y las luchas populares de la clase trabajadora. Esto no sucederá espontáneamente. Creemos que, aunque sólo sea para librar la batalla de ideas, las organizaciones anarquistas son necesarias. El propósito de tales organizaciones, para nosotros, es conectar el activismo de base local con una estrategia más amplia de revolución social; crear un polo organizativo para que los anarquistas desarrollen teoría y práctica, compartan habilidades y experiencias, y se movilicen a favor de reivindicaciones explícitamente anarquistas (en oposición a las tendencias líbales-reformistas o autoritarias) en el marco de nuestro activismo.


Si te gustó este artículo te recomendamos ejemplares de temática similar, “Building Power and Advancing: For Reforms, Not Reformism” (Construcción de Poder y Avances: Por Reformas, no por Reformismo) por Thomas Giovanni y “The Problems Posed by the Concrete Class Struggle and Popular Organization” (Los problemas planteados por la lucha de clases concreta y la organización popular) por José Antonio Gutiérrez D.