Bajo Trump y más allá: Poder y contrapoder

Bajo Trump y más allá:

Poder y contrapoder

Documento de estrategia y análisis / Análisis de Coyuntura

Preparado por miembros del Comité de Análisis y Estrategia de BRRN y aprobado por los miembros.

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INTRODUCCIÓN

Este análisis se desarrolló mediante debates continuos entre miembros del Comité de Análisis y Estrategia de la Federación Anarquista Black Rose / Rosa Negra (BRRN) y se envió como documento de debate para nuestra convención de agosto de 2017, donde generó una conversación profunda y una retroalimentación amplia.  Está organizado en cuatro secciones: un análisis del poder de la clase gobernante, un análisis de los movimientos sociales, una declaración de principios organizativos básicos en vista del momento actual y algunas sugerencias para el avance de la Federación.

Los puntos principales del documento recogen nuestra apreciación de la existencia de potencial real para el desarrollo de poder popular y anarquismo social en el próximo período. La clase gobernante de EE.UU. está dividida. El terreno político ha cambiado drásticamente y hay un descontento masivo con las políticas corporativas, como de costumbre. Esto proporciona diversas oportunidades para los anarquistas revolucionarios pro-organizativos para intervenir a medida que surgen movimientos sociales. Actualmente, el descontento masivo está siendo canalizado por la izquierda institucional como los sindicatos, las organizaciones sin fines de lucro y otras instituciones tradicionalmente alineadas con el partido demócrata, que van hacia el reformismo explícito y la política electoral. Nosotros defendemos la promoción de movimientos sociales independientes por fuera de la izquierda institucional, mientras participamos en luchas sociales nuevas y existentes que requieren avanzar en la lucha de clases, con la acción directa colectiva, la democracia directa y una visión de socialismo libertario.

TENSIONES EN LA CIMA

La clase gobernante de EE.UU. está experimentando una crisis política que no había vivido durante décadas. Los cimientos de dicha crisis son divisiones tácticas graves dentro de los intereses de la clase gobernante de EE.UU. en torno al control y la administración interna, el declive de la hegemonía global de EE.UU., la inminente crisis estructural que surge de los límites de la política neoliberal, la próxima catástrofe climática, además del amplio descontento popular profundamente arraigado. Es más, los recientes desafíos a la supremacía blanca han obligado a las élites gobernantes a responder, lo que ha causado que su crisis política sea más difícil de manejar. Hemos llegado a un punto donde “el centro no da abasto”. El adhesivo ideológico de la política centrista se está desmoronando y segmentos importantes de la población se están polarizando, moviéndose más hacia la izquierda y más hacia la derecha en busca de alternativas, lo que refleja un patrón más amplio existente a escala mundial.

La presidencia de Trump es tanto síntoma como causa de las divisiones dentro de los sectores gobernantes, ya que amplía las grietas existentes en la estructura neoliberal y fomenta la incertidumbre. Los principales sectores del poder estatal, desde el llamado “estado profundo” hasta políticos establecidos, plantean una oposición abierta a Trump y al extremismo ideológico presente en su administración. Los elementos del programa de Trump, que entran en conflicto con los antiguos compromisos de la clase gobernante liberal, cuentan con una oposición exitosa desde el interior de los canales institucionales existentes como las cortes que inicial y temporalmente bloquearon la “prohibición musulmana” de Trump. Otros aspectos cuentan con un amplio apoyo dentro de los segmentos de la clase gobernante y con una oportunidad de éxito mucho mayor, incluidos los presupuestos de austeridad recientemente propuestos, el llamado a la política de “ley y orden”, los retrocesos en el Estado de Bienestar y la atenuación de restricciones para la extracción de combustibles fósiles y la regulación de empresas.

En general, esta imagen de la presidencia de Trump está alineada con las temáticas que muchos en la izquierda discutían antes y después de las elecciones de 2016, es decir, los elementos extremos del programa de Trump probablemente serían verificados por las limitaciones estructurales del Estado y fuentes externas de poder concentrado. Los intereses gobernantes de EE.UU. están preocupados con respecto a cuánto tiempo durarán esas restricciones o, si es que se disuelven, si resolverán a su favor. Su principal preocupación acerca del momento actual es la incertidumbre y la imprevisibilidad que representa la administración de Trump, además del papel de Trump en mermar el liderazgo internacional de EE.UU. en materias económicas y militares, como por ejemplo, el intento de China de tener liderazgo en asuntos de cambio climático global o su preocupación por los indignantes ataques retóricos de Trump contra la OTAN.

La controversia alrededor de Trump es un reflejo de una crisis más amplia dentro de la clase política de EE.UU. Tanto el partido Republicano como el Demócrata son muy poco populares e incapaces de apuntar a ninguna dirección clara. Prácticamente todo el liderazgo institucional del GOP (Partido Republicano) se opuso a Trump durante las elecciones, pero fueron incapaces de evitar que ganara las primarias. Parecen estar al tanto de que Trump causa un daño importante al reputación de GOP pero vacilan entre el control de daños y aprovecharse del caos para impulsar legislaciones impopulares. El liderazgo del partido Demócrata parece estar profundamente desarticulado tras la derrota de Hillary Clinton, manteniéndose incapaces de presentar una visión más allá de “no somos Trump”,  y tampoco son capaces de ofrecer una resistencia eficaz en este punto. Por otra parte, no está claro el destino al que nos llevará este momento de ilegitimidad del sistema bipartidista y no debemos subestimar la resiliencia de las instituciones capitalistas para reconstruirse.

Las divisiones de la clase gobernante como las ya mencionadas ofrecen oportunidades políticas, pero también graves peligros. La inestabilidad sumada a las inclinaciones autoritarias de Trump implica que no se debe descartar la posibilidad de un conflicto internacional o formas más graves de represión interna en función de “la ley y el orden”. Sin embargo, Trump está sumamente débil y aislado en este momento, y estos desarrollos son improbables, salvo que ocurra un evento importante e inesperado. Al mismo tiempo, los sectores líderes del poder en EE.UU. apoyan públicamente y a viva voz los elementos del reformismo militante, especialmente en temas de cambio climático y desigualdad económica.  Estas divisiones de la clase gobernante proporcionan aperturas políticas para que los socialistas libertarios impulsen un programa social revolucionario, construyan su base y lo establezcan como un polo revolucionario para la liberación.

MOVIMIENTOS SOCIALES: PODER DESDE ABAJO

Los movimientos sociales están divididos de manera similar a la expuesta anteriormente con respecto a las clases gobernantes y la mayoría parece moverse hacia un tipo de estrategia de atrincheramiento en respuesta a Trump. Vemos el atrincheramiento como una forma de reducción en los esfuerzos organizativos, que canaliza energía esencial hacia las elecciones de 2018 y 2020 para deslegitimizar y deponer a Trump. La separación entre el resentimiento, la acción popular y la izquierda institucional es cada vez más importante. Mientras que estas fuerzas parecen estarse recalibrando, no debemos subestimar su capacidad de capturar y domesticar el descontento popular.

La elección de Trump y la creciente visibilidad de la extrema derecha han llevado a un tremendo crecimiento del compromiso popular con causas y actividades progresistas, disminuyendo cualquier ganancia equivalente en la derecha. Sin embargo, la izquierda institucional ha fallado en construir una indignación pública intensa, ofreciendo poco más que demostraciones simbólicas, esfuerzos para alentar a votar y reformismo militante. Ya sea en luchas laborales, Black Lives Matter (BLM), de inmigrantes, ambientales, queer o feministas, los líderes establecidos de muchas organizaciones de la izquierda institucional han invocado o anticipado un periodo de atrincheramiento.

Desde la militancia de la rebelión de Baltimore, Movement for Black Lives (M4BL) ha concentrado un “frente unido” tras una plataforma compartida de demandas que van desde reparaciones hasta control comunitario. Las organizaciones detrás de la plataforma M4BL representan una amplia sección transversal de organizaciones sin fines de lucro progresistas y lideradas por afro-americanos y otros afro-decendientes, un reflejo de BLM que se relaciona cada vez más con la órbita de la izquierda institucional; sin embargo, no está claro cómo está realizando avances la plataforma o si la fuerza colectiva de las organizaciones que hay detrás está siendo movilizada de forma significativa. Pocos parecen estar involucrados en el tipo de rebeliones de acción directa en terrenos que inicialmente catalizaron y electrizaron la lucha contra la violencia de estado anti-negro a pesar de la eterna serie de asesinatos de negros por parte de la policía, mientras que la plataforma Movement for Black Lives apunta en la dirección de una estrategia más electoral o legislativa.

Para el movimiento obrero, el liderazgo sindical parece estar siguiendo dos estrategias. Un grupo, liderado por sindicatos conservadores, está a favor de “seguirle la corriente” a Trump en la búsqueda de promover una producción nacionalista y proteccionista como una forma de crear empleos. El otro, implementado por sindicatos como SEIU, han despedido personal preventivamente y disminuido sus operaciones de campaña en preparación para lo peor bajo la nueva administración. Dos casos laborales pendientes, Yohn v. CTA y Janus v. AFSCME, probablemente harán que los pagos automáticos de cuotas sean ilegales para los sindicatos del sector público, que representan la mayor parte de los trabajadores sindicalizados, y muchos en el movimiento obrero ven esto como un golpe mortal. Quizás existen algunas señales de militancia, como el llamado de algunos trabajadores de SEIU a participar en las “huelgas generales” del 1 de mayo contra el programa de Trump. No obstante, poco se materializó de este llamado y esto demuestra que los militantes tienen mucho trabajo por delante.

Frente a un movimiento sindical en declive y sin el deseo de crear un polo revolucionario dentro del movimiento obrero general, los trabajadores se han unido a IWW cada vez en mayor número desde la crisis económica de 2008. Además de su modesto crecimiento, la actividad reciente de IWW entre los trabajadores de servicios, los trabajadores penitenciarios y la organización antifascista apunta hacia el tipo de movimiento obrero que se necesita en este momento.

El “movimiento” feminista actualmente está experimentando una contradicción en su activismo y práctica, que han gozado de un discurso feminista y antipatriarcal más masivo entre la población, pero su liderazgo político autoproclamado permanece estrechamente ligado al partido demócrata. La “Marcha de las mujeres” en enero de 2017 fue histórica e inspiradora con una participación estimada del 1% de la población. La “Paro Internacional de Mujeres” del 8 de marzo fue más prometedora como llamado internacional con un conjunto de demandas progresistas, pero tuvo una concurrencia menor que la Marcha de las mujeres. Desafortunadamente, esta orientación probablemente fallará en la protección del programa de su política número uno, defender Planificación Familiar y los elementos de la ley ACA (Obamacare). Estas marchas destacan dos desarrollos: primero, una confirmación en el vínculo entre las organizaciones feministas mayoritarias y el partido demócrata; y segundo, una creciente división entre el feminismo reformista y un movimiento antipatriarcal militante cada vez mayor. Estas marchas han planteado un diálogo más amplio en torno al feminismo y la posibilidad de construir un movimiento feminista/antipatriarcal alineado con los intereses de las mujeres, las personas trans y queers de la clase trabajadora, además de insertar una política feminista dentro de los movimientos sociales actuales. Sin embargo, existe la necesidad de que los debates coordinados y organizados propongan un plan de acción a escala local y nacional.

Los movimientos indígenas y medioambientales han experimentado un crecimiento drástico en actividad, centrados en la defensa militante de la tierra en confrontaciones con las industrias del petróleo y el carbón. Existe un avance en campañas en terreno claves para bloquear oleoductos y trenes de carbón, como el oleoducto canadiense Kinder-Morgan. La lucha en Standing Rock, que siguió la senda de Idle No More, potenció una atención amplia y acciones de solidaridad en áreas urbanas. Standing Rock reunió un movimiento indígena de múltiples generaciones y etnias cuya lucha por la tierra y autonomía ha motivado a nuevas generaciones de jóvenes indígenas a participar en el activismo político militante.

Como consecuencia de la elección de Trump, gran parte del movimiento por los derechos de los inmigrantes está a la defensiva, pero la crudeza del programa antiinmigrantes proveniente de la Casa Blanca, particularmente en forma de una renovada ronda de redadas de ICE, ha comenzado a politizar a una nueva generación de jóvenes indocumentados. Hemos atestiguado más expresiones públicas de xenofobia enfocadas en inmigrantes de color. El propósito de esta ofensiva del Estado es intimidar a los trabajadores indocumentados, uno de los sectores más explotados y precarizados dentro de la clase trabajadora. El aumento de la vigilancia policial del Estado ha motivado a algunos inmigrantes a abandonar los EE.UU., reduciendo así el conjunto de trabajadores agrícolas, lo que obliga a la administración de Trump a aumentar la emisión de visas H-2A (trabajadores agrícolas temporales). Además, la escalada de militarización en la frontera de EE.UU. no pretende terminar con la inmigración, sino traumatizar a los trabajadores indocumentados para explotar aún más su fuerza de trabajo.

Vemos dos tendencias que dominan el siguiente periodo: el uso de reformismo militante y los esfuerzos electorales en nombre de la socialdemocracia. Mientras Trump está en el cargo, segmentos importantes de la izquierda institucional y la radical (como sucede con la alternativa socialista y su poco crítico apoyo a Bernie Sanders) van a respaldar y canalizar a activistas en campañas electorales. Entretanto, simpatizantes más moderados de las luchas electorales continúan luchando dentro del partido demócrata por candidatos más progresistas, otros claman por el esquivo partido independiente de la izquierda, Democratic Socialists of America (DSA o Socialistas Democráticos de Estados Unidos), cuyos miembros superan los 30 mil,  y que proponen explícitamente esta estrategia “dentro-fuera”, intentando presionar a los demócratas desde adentro mientras que construyen la base de un futuro tercer partido. Dado que la izquierda está experimentando un crecimiento rápido, moverse hacia el electoralismo es un mayor desplazamiento hacia el reformismo. En cambio, nosotros proponemos un programa ofensivo de creación de poder popular —una forma distinta de poder ejercido a través de movimientos sociales combativos y autogestionados independientes de la izquierda institucional— que pueda ganar reformas significativas mientras sienta las bases para presionar más allá de ellas.

Se debe considerar otro elemento aquí: la ominosa presencia de la extrema derecha. En respuesta a BLM, rendimientos decrecientes en “la paga de ser blanco”, la incertidumbre económica y la percepción de amenaza a la hegemonía de EE.UU. que representan los inmigrantes/refugiados y el Islam, una elocuente minoría de fuerzas xenófobas, nacionalistas blancas y protofascistas se han visto cada vez más movilizadas, incentivadas por la presencia de Trump en la oficina oval. Mientras que la fuerza de la extrema derecha parece ser geográficamente desigual, el creciente uso de violencia por parte de la extrema derecha, particularmente por “lobos solitarios” que asesinan en nombre del movimiento, está teniendo un efecto escalofriante para muchos. A través de la Derecha Alternativa (Alt-Right) y otras fuerzas, lo que alguna vez fue principalmente un fenómeno de Internet ahora está entrando a la esfera pública con distintos niveles de éxito.  

En respuesta a la Derecha Alternativa y otras fuerzas fascistas, Antifa ha crecido en notoriedad como una fuerza compensatoria, incentivando debates renovados en la izquierda acerca de la táctica del Bloque Negro. Mientras que las confrontaciones callejeras drásticas son necesarias en ocasiones, también pueden llevar a una fetichización de la táctica militante y facilitar una dinámica de un sector marginal de la derecha combatiendo contra otro sector marginal de la izquierda. No obstante, no se debe permitir que las fuerzas fascistas se arraiguen.  

PRINCIPIOS ESTRATÉGICOS PARA AVANZAR

Dado este escenario, argumentamos que varias orientaciones estratégicas son clave en el actual momento para toda la izquierda y las fuerzas políticas organizadas:

  • Construir movimientos sociales independientes desde abajo: la ira popular está en un nivel históricamente alto, pero se están generando muy pocos movimientos. La izquierda institucional no está interesada en construir poder fuera de los canales estrechamente controlados. Debemos construir un poder de movimiento social autónomo (autogestión) independiente de la izquierda institucional en nuestros lugares de trabajo, escuelas y comunidades. Con este fin, debemos adoptar estrategias en sectores específicos como indicadores de actividad de movimiento social. De la misma forma que las organizaciones socialistas abogan por la necesidad de construir un partido político independiente, debemos defender la idea de construir movimientos sociales independientes.
  • Impulsar campañas ofensivas: una estrategia infalible para que gane el programa de Trump es caer en una postura defensiva simplemente tratando de evitar los diversos ataques a programas sociales, sindicatos y sectores de la población que sirven de chivo expiatorio. Una orientación permanente de atrincheramiento y defensa es una estrategia fallida que ha estado impulsando la mayoría de los elementos conservadores de la izquierda durante décadas. En cambio, avanzar en la lucha con demandas ofensivas podría cambiar las cosas y hacer que los segmentos principales del poder se pongan a la defensiva, evitar lo peor de muchas de las reducciones y cambiar drásticamente el clima político.
  • Promover una práctica y un programa explícitamente socialista libertario: el peso acumulado de la crisis económica de 2008, Occupy, BLM y la campaña de Bernie Sanders han sentado las bases para el creciente atractivo de la política radical de izquierda en general y el socialismo en particular. El ascendente descontento con el sistema bipartidista y la “política de siempre” han creado el espacio para moldear y profundizar nuestro criticismo de las estrategias electorales y el estado. Las conocidas formas de violencia de estado y la represión contra las comunidades de personas negras y de piel morena han expandido las críticas a la policía, el complejo penitenciario industrial y ICE, abriendo un espacio para promover una práctica revolucionaria antiestatal, antirracista e internacionalista más amplia. De cara a la crisis capitalista en cascada y la historia fallida de socialismo estatista, existe una amplia demanda y audiencia para una visión alternativa y un camino coherente hacia adelante.

Para conocer más antecedentes sobre Black Rose/Rosa Negra, recomendamos leer “Strengthening Our Politics, Commitment and Growth” (Reforzamiento de nuestras políticas, compromiso y crecimiento) de nuestra 4ª convención nacional llevada a cabo en agosto de 2017.

Si estás interesado en más material de “Anarquismo 101”, recomendamos el artículo, “¿Quiénes son los anarquistas y qué es anarquismo?” o el podcast con Mark Bray, autor de Antifa: An Antifascist Handbook y miembro de Black Rose/Rosa Negra, que aparece en Revolutionary Left Radio. ¡No te decepcionará!