¡El socialismo será libre o no será! – Una introducción al Socialismo Libertario

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Por Arthur Pye 

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Image of spanish language pamphlet coverIntroducción

Socialismo es oficialmente una expresión en boga nuevamente. De acuerdo con una encuesta reciente, el 44% de los millennials de EE.UU. “prefieren el socialismo al capitalismo”, e incluso Demócratas populares están comenzando a llamarse a sí mismos socialistas. Tal como lo estipula un encabezado: “El socialismo está muy de moda actualmente“. Utilizada para describir todo el rango entre Bernie Sanders y la Rusia estalinista, existen pocas palabras que inspiran significados tan variados y contradictorios. Como la mayoría de las expresiones en boga, el verdadero significado de socialismo se encuentra sepultado por su popularidad.

Pero entonces, ¿qué significa realmente socialismo y cómo es en la práctica?

Fundamentalmente, socialismo es la idea de que los recursos y las instituciones de la sociedad se deben administrar de manera democrática por la comunidad en su totalidad. Mientras que bajo el capitalismo el poder económico y político se concentra en las manos de los ricos, los socialistas luchan por una sociedad en la que los medios para producir y distribuir bienes y servicios sean de propiedad común a través de la democrática autogestión de los lugares de trabajo y las comunidades.

Este artículo plantea el caso de que el socialismo libertario representa la materialización más exhaustiva y congruente de los principios básicos del socialismo. En esencia, el socialismo libertario es una política de libertad y autodeterminación colectiva, llevada a cabo mediante una lucha revolucionaria contra el capitalismo, el poder estatal y la opresión social en todas sus formas.

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Parte 1: libertad del capitalismo

Socialismo vs. capitalismo

Para sobrevivir bajo el capitalismo, quienes no poseen pertenencias se ven obligados a alquilarse a los propietarios y ser explotados con el fin de obtener ganancias. Esta relación entre los “poseedores” y los “desposeídos” forma los cimientos de la sociedad capitalista: explotación de clase. En dicha sociedad, el poder fluye directamente desde la relación que uno tenga con la propiedad, es decir, su situación de clase. Mientras que un puñado de personas posee y controla las instituciones de la sociedad, la gran mayoría (la clase trabajadora) se ve reducida a la impotencia como individuos. Como lo señaló la socialista revolucionaria y activista por los derechos de los discapacitados, Helen Keller: “La minoría domina a la mayoría debido a que posee los medios de subsistencia de todos”.

Prácticamente nada ocurre en una sociedad capitalista a menos que enriquezca aun más a un rico. Según su naturaleza intrínseca, el capitalismo no solo se alimenta de la explotación de clase y la desigualdad de riquezas, sino que además requiere un crecimiento infinito y una expansión de la economía ilimitada, lo que provoca guerras, colonialismo y la destrucción del medioambiente. Las corporaciones no se detienen ante prácticamente nada en su búsqueda patológica de ganancias.

Los socialistas proponen una “lucha de clases” en la que, quienes carecemos de poder bajo el capitalismo, nos organicemos para cambiar el equilibrio de poder hasta que las instituciones de la sociedad sean controladas democráticamente y las clases como tal se hayan abolido. En una sociedad socialista, se eliminaría el lucro privado. En su lugar, el propósito de las instituciones políticas y económicas sería satisfacer las necesidades y deseos de las personas, de manera sostenible, mediante la autogestión democrática de los lugares de trabajo y las comunidades. Como lo señala la máxima socialista: “de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”.

Al eliminar la necesidad de una clase empleadora que posee propiedades y una clase empleada (o desempleada) carente de propiedades, los lugares de trabajo serían ahora administrados cooperativamente por los trabajadores mismos, reemplazando el negocio privado. La política pública se planificaría mediante consejos democráticos de autoadministración, federados desde el vecindario hacia arriba, reemplazando al estado centralizado. Es en este espíritu original que definimos el socialismo como un movimiento revolucionario para una sociedad sin clases.

Socialismo vs. socialdemocracia

Esta visión claramente contrasta no solo con las supuestas dictaduras “socialistas” en Rusia o China, sino también con los países capitalistas como Suecia o Noruega, con frecuencia descritos como “socialistas”. Estas sociedades (también llamadas “socialdemocracias”) poseen la misma dinámica de poder que cualquier otro estado capitalista. Mientras que el socialismo propone la propiedad cooperativa y la democracia directa, las “socialdemocracias” mantienen el poder económico concentrado en las manos de los ricos, con un gobierno central poderoso que regula programas sociales, dejando –de esta forma– la estructura de clases de la sociedad sin variaciones. En este sentido, sería más adecuado referirse a los autodenominados socialistas, tales como Bernie Sanders, como “socialdemócratas” o “liberales”, ya que su objetivo final es efectuar reformas progresivas para hacer que la vida bajo el estado capitalista sea más tolerable. Dichas reformas pueden mejorar las condiciones de vida y laborales de las personas de manera significativa, pero los impuestos y un sistema de salud más económico no constituyen el socialismo. El socialismo es un llamamiento revolucionario a una sociedad sin clases.

¿No es Socialismo Libertario una contradicción?

En Estados Unidos, la palabra “libertario” ha adoptado el significado opuesto del que posee en el resto del mundo. Extrañamente, se ha vuelto sinónimo de la defensa del individualismo capitalista extremo, propiedad privada y los “derechos” de las corporaciones a estar “libres” de la supervisión pública. Sin embargo, la libertad de los poderosos no es libertad en absoluto.

Desde sus orígenes, el libertarismo ha sido sinónimo de anarquismo o antiautoritarismo: la creencia de que las relaciones basadas en la dominación, jerarquía y explotación se deben desmantelar en virtud de la libertad y la autodeterminación. Para los anarquistas, un individuo sólo puede ser libre en una comunidad de iguales. Tal como lo expuso el anarquista ruso del siglo XIX, Mikhail Bakunin: “La libertad política sin igualdad económica es una pretensión, un fraude, una mentira”. Entonces, no debería ser ninguna sorpresa que los libertarios siempre hayan sido socialistas, ya que el capitalismo se basa en la dominación de clase.

Aunque la posible confusión es comprensible, el socialismo libertario es más bien una redundancia que una contradicción. La libertad y el socialismo son indispensables entre sí. Sin uno, el otro pierde su significado. De modo que, el socialismo libertario simplemente significa “socialismo libre”. Como lo expuso el pensador anarquista Rudolf Rocker: “el socialismo será libre o no será”.

Parte 2: Libertad del poder estatal

Socialismo libertario vs. Socialismo estatista

Históricamente han existido dos tendencias generales en los movimientos socialistas, que se pueden describir a groso modo como los “de arriba” y los “de abajo”. Ambos lados están dedicados a la abolición del capitalismo, pero difieren significativamente en su visión de la sociedad futura y cómo se debe alcanzar. La diferencia clave entre estas tendencias es su enfoque con respecto al poder estatal. Mientras que los socialistas estatistas ven al estado como el medio para lograr el socialismo, los libertarios lo ven como una barrera.

Socialismo desde abajo:

Los socialistas libertarios durante mucho tiempo han argumentado que los estados (o los gobiernos) no son instituciones neutrales, sino instrumentos de la regla de clases, establecidos para proteger a una minoría gobernante a través del monopolio de la violencia. Sin la policía, las cárceles, las fronteras militarizadas y un control político centralizado, un estado ya no es un estado. Dicha concentración de poder es antiética para la autogestión democrática y, por lo tanto, para el socialismo.

Para lograr un “socialismo libre”, quienes carecemos de poder bajo el capitalismo debemos empoderarnos mediante la organización en las áreas donde vivimos, trabajamos y estudiamos, creando organizaciones populares (es decir, sindicatos de base para trabajadores y arrendatarios, asambleas populares, organizaciones comunitarias) y el desarrollo de poder colectivo, no solo para contrarrestar los problemas que se nos imponen, sino para someter las instituciones que nos rodean al control democrático. Eventualmente, los trabajadores pueden arrebatarles sus lugares de trabajo a sus jefes, los inquilinos pueden tomar las viviendas de los arrendadores y las comunidades indígenas pueden ejercer soberanía sobre los territorios colonizados. Si los movimientos están suficientemente organizados y unidos entre sí, las acciones pueden crecer hasta convertirse en una revolución social a gran escala que siente las bases para una nueva sociedad en la que los gobiernos y las corporaciones sean reemplazados por entidades coordinadas de autogobierno.

Dichas estructuras se deben basar en el principio de democracia directa, en la cual, las personas participan directamente en las decisiones que afectan sus vidas. En lugar de simplemente elegir a nuestros gobernantes (lo que se conoce como “democracia representativa”), la democracia directa empodera a las personas para gobernarse colectivamente a sí mismos.

El mundo es complejo y los detalles siempre dependen de las circunstancias, pero nuestros principios rectores son inflexibles: se debe descartar el poder concentrado en todas sus formas a favor de la libertad, la igualdad y la democracia directa.

Socialismo desde arriba:

Los socialistas estatistas poseen una visión distinta. En lugar de ver la revolución como una ola de transformación desde abajo, se debe –en cambio– implementar desde arriba. Desde esta perspectiva, se entiende el socialismo como una ciencia que requiere administración profesional. Por lo tanto, un núcleo de revolucionarios profesionales (la “vanguardia”) debe tomar el control del estado capitalista en representación de “las masas” (ya sea a través de los medios electorales o militares) y administrar el socialismo mediante los mecanismos existentes de poder. En vez de situar la economía bajo la autogestión de la comunidad y los trabajadores, la tierra y la industria se nacionalizan y se ponen bajo el control directo del estado.

Revolución vs. cambio de régimen:

No existe un atajo hacia el socialismo. Reemplazar una clase gobernante capitalista por una clase gobernante autodenominada “socialista” no es una revolución social, sino un golpe de estado; un cambio de régimen. Por lo tanto, el socialismo de estado es una contradicción, que se podría describir con mayor precisión como “capitalismo de estado”, ya que la población general continúa teniendo la necesidad de alquilarse a un jefe (en este caso, el todopoderoso estado “socialista”).

Si el núcleo del socialismo es la autogestión colectiva, entonces el socialismo a punta de pistola no puede ser socialismo en absoluto. Incluso el mismo Karl Marx señaló: “la emancipación de la clase obrera debe ser obra de los obreros mismos“. Una sociedad en que el poder fluye desde abajo hacia arriba solo puede construirse desde abajo hacia arriba. Por lo tanto, resulta lógico que cualquier intento de imponer el socialismo desde arriba terminará fallando en su objetivo profesado. A lo largo de la historia, siempre que un pequeño grupo de personas se ha apoderado del poder estatal en nombre del socialismo, en lugar de crear una sociedad sin clases, el estado se hace cada vez más centralizado, lo que con frecuencia produce una sociedad más opresiva que la derrocada.

El ejemplo ruso:

La ideología “vanguardista” del socialismo de estado fue desarrollada por primera vez por Vladimir Lenin durante la Revolución Rusa y luego se implementó una vez que él junto con el partido bolchevique tomaron el control estatal en 1917. Pese a que efectivamente se esparció una auténtica revolución socialista por el país, fue rápidamente absorbida y anulada por el nuevo estado “socialista”. Los bolcheviques desmantelaron los recientemente formados consejos democráticos de trabajadores (sóviets) y las comunas agrícolas –los cimientos mismos de una revolución socialista– y los pusieron bajo el control directo del estado. Mientras que los trabajadores rusos exigían “¡Todo el poder a los consejos!”, Lenin insistió en que: “la revolución exige… que las masas obedezcan indiscutiblemente a la única voluntad de los líderes”. Se encarceló o asesinó a innumerables socialistas en nombre del socialismo mucho antes de que Stalin llegara al poder.

El vanguardismo en sus variadas formas (leninismo, trotskismo, maoísmo, etc.) se consideró como un modelo ideológico a lo largo del siglo XX por parte de muchos que tuvieron éxito en apropiarse del poder estatal. Desafortunadamente, debido al éxito del modelo en producir regímenes autodenominados “socialistas” (Rusia, China, Cuba), la ideología vanguardista se volvió en gran medida un sinónimo del socialismo revolucionario.

Revoluciones socialistas libertarias:

Afortunadamente, no todas las revoluciones socialistas han sido absorbidas por autoritarios. Desde la revolución anarquista española hasta el alzamiento zapatista y la revolución de Rojava en el norte de Siria, existen muchos ejemplos de movimientos que reorganizan la sociedad según los principios socialistas y sin un estado. Estos movimientos, como cualquier otro, no son modelos universales que se deban replicar, sino ejemplos que nos pueden enseñar lecciones importantes e inspirarnos con la esperanza de una posibilidad revolucionaria.

Graffiti: We will abort this system of bodies and territories.

Parte 3: libertad de la opresión social

Solidaridad y liberación colectiva:

Para los socialistas libertarios, todas las luchas contra la opresión están necesariamente relacionadas en el contexto de una lucha más amplia para la liberación colectiva. Una sociedad cuyas raíces se encuentran en la autodeterminación requiere la emancipación completa de todas las personas, no solo de la explotación de clase y la autoridad del estado, sino de todas y cada una de las formas de opresión social, así de simple.

Como socialistas, creemos que el poder económico concentrado y la explotación de clase son fundamentales para la opresión que la gente enfrenta hoy bajo el capitalismo. Pero como libertarios, también rechazamos la idea de que con solo “socializar los medios de producción” se crearía automáticamente una sociedad libre. En cambio, creemos que en cualquier sociedad, capitalista o no, las personas con sus distintos senderos de vida tienen que defender sus derechos contra cada una de las formas de discriminación y opresión.

Luchar contra la opresión social como el racismo, el sexismo y la transfobia no se debe tratar como una idea adicional o una nota al margen del “trabajo real” de la lucha de clases. Al contrario, se debe considerar como una idea central e indispensable para cualquier proyecto socialista libertario. Con una comprensión holística de la opresión, podemos ver que si la lucha de clases significa la lucha de los miembros de la clase trabajadora por su libertad, entonces no puede haber una lucha de clases sin una lucha queer, feminista, antirracista y anticolonialista. Una sociedad socialista libertaria necesariamente demanda poner fin a toda la opresión social, ya que la verdadera libertad para todos requiere una vida digna para todos. O bien, como lo expone la vieja máxima Wobbly: “la herida de uno es la herida de todos”.

Poder vs. privilegio:

Para los socialistas libertarios, la liberación colectiva también requiere que abordemos las causas raíces de la opresión. Las manifestaciones de privilegio personal y discriminación cultural se deben entender como síntomas de estructuras subyacentes en la sociedad, las que determinan quién tiene poder y quién no. Los poderosos (principalmente hombres blancos ricos) han utilizado su control de las instituciones de la sociedad para dar forma a la cultura dominante según su propia imagen y sus propios intereses. Solo a través de la lucha compartida y la transformación revolucionaria podemos transformar la esencia de estas instituciones para que sirvan a los intereses de todos.

A group of workers from a recuperated workplace marching in front of a banner.
Parte 4: en la práctica: creación de poder vs. toma de poder

¿Cómo podemos luchar por el socialismo sin caer en las trampas del liberalismo o el autoritarismo? La respuesta corta: creando poder popular. El poder popular es lo opuesto al poder concentrado. Significa crear movimientos sociales autogestionados independientes de la izquierda institucional que puedan ganar reformas significativas mientras sientan las bases del impulso que las llevará a superar sus limitaciones.

La pregunta que debemos hacernos no es quién debería sentarse en la sede del poder, sino más bien cómo podemos cambiar el equilibrio de poder para que esa sede pierda su significado. En lugar de depositar nuestra fe en quienes profesan representarnos como gobernantes benevolentes (en esta sociedad o la siguiente), debemos vernos a nosotros mismos como responsables de nuestra propia liberación. Esta es la diferencia entre la política representativa y la acción directa.

Política representativa:

La política representativa requiere que la mayoría de nosotros adopte una actitud pasiva. Al concentrarnos en candidatos políticos o congregarnos tras líderes carismáticos, estamos cambiando nuestra intervención por promesas. En la práctica, lo que nuestros “representantes” buscan es el acceso al poder estatal. Esto es peligroso porque, como lo mencionamos, los estados no son instituciones neutrales, sino instrumentos del dominio de una minoría. Los estados se pueden (y se deben) reformar para mejorar la vida de las personas, pero la historia de la política electoral demuestra que ésta desmoviliza y despoja de sus colmillos a los movimientos sociales, además de establecer relaciones de dependencia con ellos en lugar de fortalecerlos. Si queremos un cambio transformador, debemos luchar por reformas creando poder desde abajo, no reforzando el que está sobre nosotros.

Acción directa:

No hay ningún sustituto para el poder popular. Ni un partido ni un líder carismático. La acción directa significa luchar por nosotros mismos: unirse a otros y luchar contra la opresión con nuestro propio poder en vez de hacerlo a través de un tercero. Una huelga es el ejemplo perfecto: los trabajadores utilizan su propio poder colectivo para simplemente dejar de trabajar hasta que se cumplan sus demandas. Éste no es sólo un medio de cambio más directo y eficaz, sino que también es transformador, ya que incentiva a los trabajadores a avanzar hacia un futuro donde podrían administrar su propio lugar de trabajo. Esto mismo se aplica a las luchas por tierras, vivienda, educación, etc. El cambio transformador ocurre cuando la gente común descubre y ejerce su propio poder colectivo.

Conclusión

Si examinamos sinceramente las estructuras y relaciones que nos rodean hoy y nos preguntamos: “¿podría esto ser más libre, igualitario y democrático?”, nuestra respuesta casi siempre sería: “sí”. Si tomas estos principios en serio y los sigues a su conclusión lógica, tal vez podrías despertar y descubrir que eres un socialista libertario. ¡Pero no temas! El socialismo no es una quimera utópica. La libertad es posible. Y admitirlo es el primer paso de la revolución.


Arthur Pye es miembro de Black Rose/Rosa Negra Federación Anarquista en Seattle.

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